martes, 25 de diciembre de 2012

EL VALOR DE LA PACIENCIA

No hay meta demasiado lejana
para el que se arma de paciencia.
La Bruyère
La paciencia es una de las virtudes capitales, es la opuesta al pecado de la ira, al enfado, al descontrol y a la irritación por lo más mínimo. Es saber sufrir y tolerar los infortunios y adversidades con fortaleza, sin lamentarse; sufrir la duración de un trabajo. Es la cualidad que demuestra calma y autocontrol; es tolerar con serenidad, sin desesperarse, la tardanza en la llegada de los frutos de nuestro esfuerzo. La capacidad de esperar, de retardar las gratificaciones, es prueba de haber llegado a un mínimo de madurez. El niño es impaciente y quiere las cosas al momento, tan pronto como las desea. No soporta la espera. De ahí sus pataletas y llantinas. Por lo tanto, los adultos que hacen rabietas, pronuncian reniegos y palabras fuera de tono con ello demuestran su carácter infantil e inmaduro. La paciencia con uno mismo conlleva la esperanza de seguir insistiendo en la construcción de nuestro yo y saber esperar lo que se pretende y desea con entereza y tenacidad. “El genio no es más que una larga paciencia”. (Herault de Secheiles).
Conozco personas que trabajan gratuitamente como voluntarios en algo que será beneficioso para otros o para la humanidad en general. No lo hacen lamentándose sino con alegría y sin vanagloriarse. Otras, cuidan de enfermos, a los cuales no se les puede dejar solos, sin esperar a cambio ninguna lisonja ni agradecimiento y renunciando a sus aficiones y pasatiempos. De este último grupo hay quien lo hace voluntariamente o porque las circunstancias se lo han exigido pero desempeñan su labor con entereza, estoicismo y naturalidad. “Lo que no se puede evitar hay que llevarlo con paciencia” (Horacio).  Grande es el contraste entre los que pacientemente, sin alardear ni hacerse ver, trabajan con diligencia  para hacer el bien al prójimo, al contrario que algún otro que lo que busca es salir en la foto. “La paciencia tiene más poder que la fuerza” (Plutarco).
La paciencia es un claro exponente de fortaleza interior. Pesa mucho menos lo que se lleva con paciencia que lo que se lleva con ira, tristeza o preocupación. Por otra parte, tengamos en cuenta: “Si lo que nos preocupa tiene solución, solucionémoslo y no nos preocupemos, y si no la tiene ¿por qué nos vamos a preocupar?  No malgastemos el tiempo y las energías pensando en lo que pudo ser y no fue. “Todo poder humano está compuesto de tiempo y de paciencia” (Honoré de Balzac). Recordemos: La paciencia en una condición del verdadero éxito en la mayoría de las actividades y un seguro contra la desesperación.
Marcos Seguí Pons

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