martes, 18 de diciembre de 2012

EL VALOR DE LA MODESTIA


Cuanto más alto estemos, otro tanto debemos
    descender hacia nuestros semejantes.
Cicerón
La modestia es una actitud de humildad y falta de engreimiento en las personas. Es también la aceptación sincera y reconocimiento de las propias limitaciones, debilidades y miserias. La modestia tiene la ventaja de mantener la estima ajena por nuestras cualidades y nuestra persona, nos despeja el entendimiento para no perder la perspectiva de las cosas.
El que no necesita de adornos ni artificios para sentirse “el mismo”, es quien manifiesta verdadera superioridad, y lo hace  con expresiones y actitudes de humildad y modestia. Es la sencillez quien conduce a buscar la esencia de las cosas, a que prevalezca el fondo sobre la forma, la calma sobre la exaltación. Es lo antagónico al exhibicionismo ostentoso que tiene como único fin producir efecto en los demás para la propia vanagloria.
Cuando estamos ante la grandeza o la sencillez de una persona modesta, siempre estamos a su altura, sea cual fuera nuestro currículo, nivel social o condición. Sientes como te eleva hacia sí o se baja hacia ti. La modestia es un encanto duradero que suple o duplica los encantos efímeros de la hermosura. Es contagiosa, equilibradora y saludable, hasta el punto de llegar a poner en evidencia al vanidoso y al “batallitas”.
He visto personalmente en una escuela de kárate como un principiante intentaba corregir la técnica de otros karatecas más avanzados. Este mismo, quería sobresalir hablando de cualquier tema. Un día conversando de ladrones, explicó la cantidad de prendas que había robado en los grandes almacenes sin ser pillado. En otro coloquio referente a la Madre Teresa de Calcuta, aprovechó para explicar sus propias acciones caritativas y filantrópicas. Evidentemente era un ejemplo de lo que NO se debe hacer.
El fatuo y engreído sólo se nutre de vaciedad, de palabras huecas y sin contenido. Sus temas son chismorreos. No es capaz de hablar sin descalificar para dar una buena imagen hacia el exterior. Al contrario, el modesto crece hacia dentro. Pero esta virtud no consiste en ser pusilánime ni tener falsa humildad, tampoco en negar las propias cualidades si verdaderamente se tienen. El modesto anda ocupado en el “SER” y no tiene tiempo que perder en el aparentar.
Marcos Seguí Pons

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