lunes, 31 de diciembre de 2012

EL VALOR DE LA ESPERANZA

                                                                                                                   “La esperanza es el mejor
médico que conozco”.
A. Dumas


En estados de  desaliento, desencanto, desilusión o pesimismo, la esperanza es un valor capital, una tabla salvadora para los humanos. Constitutivamente, las personas somos seres que esperamos, somos esencialmente proyecto y esto es lo que más claramente nos distingue de los animales. La esperanza es un compromiso del presente abierto hacia el futuro, es un acicate, un motivo para pasar a la acción cuando otros se desesperan y abandonan. La esperanza es el único bien común a todos los hombres: los que todo lo han perdido la pueden y deben poseer aún.
La esperanza es además una de las virtudes teologales. En primer lugar se nos propone para las cosas futuras y nos demuestra que sin ella las cosas presentes no pueden mantenerse en pie. Es más, si se suprimiera la esperanza, se paralizaría la humanidad entera; quita la esperanza y cesarán todas las artes y todas las virtudes; quita la esperanza, y todo quedará destruido. “¿Qué hace el niño junto al maestro, si no espera fruto de esas letras? ¿En qué barca se aventurará el navegante entre las olas del mar, si no espera una ganancia ni confía en llegar al puerto deseado? ¿Qué soldado menospreciará, no ya las molestias del cruel invierno o del tórrido verano, sino a sí mismo, si no abriga la esperanza de una gloria futura? ¿Qué agricultor esparcirá la semilla, si no piensa que recogerá la cosecha como premio del propio sudor? ¿Qué cristiano se adherirá por la fe a Cristo, si no cree que ha de llegar el tiempo de la felicidad eterna que se le ha prometido?”(iglesia.net).
La esperanza es una tarea a realizar día a día; una apasionante aventura alentada por la irrenunciable confianza que algo cambiará a mejor, teniendo claro que este cambio será mediante una actividad razonable ejercida desde el interior de uno mismo. Para quien tiene esperanza, los contratiempos le espolean su esfuerzo y entusiasmo.  Cada uno debe formarse una lista de frases que puedan estimularle y desarrollar este valor. Considero muy acertada la expresión de José A. de Sobrino: “La esperanza es esa virtud que nos enseña a descubrir que sigue existiendo el paisaje cuando atravesamos el túnel”.
 No podemos educar en  la esperanza sin el ejemplo y una buena actitud mental. ¿Cómo se llega a una actitud mental positiva? Según más de un  psicólogo que he leído, conviene ver, o mejor dicho, visualizar y disfrutar, de antemano, de la meta a la cual queremos llegar. Esto quiere decir que no hay que esperar a regocijarse cuando ya se ha conseguido lo que se pretendía sino, también, durante la lucha y el esfuerzo para conseguirlo. Si nos entrenamos teniendo en la mente palabras e imágenes convenientes y sabemos integrar y armonizar la lógica y la imaginación, aumentará nuestra creatividad, eficacia y armonía en nuestro interior. Dicho en otras palabras: alimentar nuestro subconsciente con  ideas fortalecientes y buenas al mismo tiempo que se rechazan o se ignoran las ideas perturbadoras.
Tengamos muy claro que esperar es también pasar a la acción con entusiasmo y no tumbarse al lado del camino confiando en que otros nos solucionen los problemas. “El hombre de esperanza es una persona centrada que ha hecho del amor la razón de su existencia y encuentra su felicidad en la actitud de servicio”. (Bernabé Tierno).
                      Marcos Seguí Pons

No hay comentarios:

Publicar un comentario