domingo, 25 de mayo de 2014

ALIANZA


Hace algún tiempo, vi con mis propios ojos a una rata de gran tamaño andando, como Pedro por su casa, en la acera de una calle. En vista del acaecimiento, un setentón, que la tuvo muy cerca, le dio un puntapié, después otro rozándole solo la punta del rabo… En el fragor de la batalla, aparecieron 5 ó 6 niños de unos once años que habían salido del colegio. Al percatarse de la situación, los chavales espontáneamente hicieron causa común con el septuagenario. Fue una labor de equipo aunque no la dirigiera ningún entrenador. Instintivamente, rodearon junto a la pared al gigantesco roedor. Los futuros hombres le chutaron como si fuera un balón emulando a Cristiano Ronaldo o a Messi. Le dieron alguna vez, pero el animal era hábil para esquivar los golpes. Uno le pegó en la parte trasera. Otro la pisó con la planta del pie. La rata, a trancas y a barrancas, consiguió evadirse entre un bosque de piernas. Pero para grandes males grandes remedios: uno de los caballeros del porvenir, con muy buenos reflejos, le lanzó su mochila repleta de libros alcanzándola de lleno. El animal, al parecer ya moribundo, se escondió debajo de un coche. Entonces el equipo completo, es decir, el que tenía mucho tiempo vivido y los que les quedaban mucha vida por delante, se asomaron debajo del vehículo intentando hacerla salir. dieroncuenta que ya estaba en las últimas. No se movió.


Estos futuros hombres se habían empleado a fondo sin que nadie se lo exigiera, como si su forma de proceder fuera una condición sine qua non para recibir un importantísimo premio o trofeo. Es posible que este conjunto de cazadores fuera un poco imprudente, pues, el animal si está acorralado y no ve la forma de escapar podría haber atacado a alguno de ellos.

Durante los mencionados hechos, se habían detenido, a una distancia prudencial, dos amigas quinceañeras para presenciar el acontecimiento. Las dos tenían una distinguida, diferente y gran belleza así como una desigual forma de vestir, de procedencia y de cultura. Una era morenita y llevaba puesto un chador de musulmana; la otra, muy rubia, cubría su cuerpo con prendas según la cultura occidental. La rubia se dirigió al mayor de los varones preguntándole con más curiosidad que desaprobación:
- ¿Por qué han querido matar a la rata?
- Las ratas son un azote para la humanidad -contestó él.
 Transmiten muchas enfermedades, una de ellas es la peste. Recordad la novela de este mismo título. El autor es el premio Nobel de Literatura, de ascendencia menorquina, Albert Camus.
- La leeré –contestó la rubia.
- Os aseguro que si las ratas estuvieran en peligro de extinción, yo sería un adalid para salvarlas; pero pasa lo contrario, muchas veces se convierten en una verdadera plaga y es necesario mantener a raya su población. Tanto es así que en las ciudades se hacen campañas de desratización. Lo de hoy es comparable a la lucha contra los mosquitos ¿Quién no ha intentado matar de un manotazo a alguno sobre su propio cuerpo? Con todo lo que he dicho, quiero añadir que hay que hacer lo posible para resolver estos problemas sin productos contaminantes.
Las jovencitas quedaron convencidas, asintieron con el gesto y la palabra. No hicieron más preguntas. Por mi parte, no voy a juzgar si los que actuaron lo hicieron bien o mal; simplemente he querido pasar un espejo a lo que aconteció. Al final todos estaban de acuerdo. Aquello era ya una alianza de generaciones, razas y culturas.
                                                             
                                                  Marcos Seguí Pons

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